
Pero la verdad es que da un poco de lástima, ya que uno esperaría poder escribir este artículo y colmar de elogios este centenario lugar, pero nada más lejos de la realidad. Como suele decirse: señores, se han dormido.
Porque ir a desayunar a Santa Catalina una mañana del fin de semana y pagar la correspondiente y abultada cuenta resultante no acaba de ser paralelo a la experiencia culinaria que allí se ofrece: el chocolate demasiado cargado, los buñuelos generalmente pasados, y el servicio no acaba de ser todo lo eficiente que uno espera en un local de referencia de la capital del Túria.
Ahora bien, al César lo que es del César. Conviene entrar y codearse con las señoras burguesas del siglo pasado para apreciar el local. Toda la locura de azulejos y los murales que luce Santa Catalina son dignos de ver y apreciar en su justa medida.
En definitiva, aunque seguiremos yendo de vez en cuando a comprobar si se han despertado y vuelven a su antigua gloria, la verdad es que los visitaremos, sobre todo, la mañana del 19 de marzo como fin de fiesta de la Nit del Foc, tal y como manda la tradición.
SANTA CATALINA
Plaza de Santa Catalina, 9