
Así que, recurriendo una vez más a la sabiduría de antaño, podemos acercarnos a una gran tradición: cenar en una barra, concretamente en la barra más famosa del centro: la de Riviera. Una barra que es realmente fácil de distinguir en el centro, porque es esa que no se puede distinguir cuando pasas por la puerta del establecimiento, debido al gran número de gente que se conmina allí cada noche.
Porque Riviera reúne tres de las cualidades cruciales para ser considerada como una opción interesante para una cena de estas características: es rápido (como corresponde a una cena en la barra), es barato (dentro de la lógica de que estamos en el centro) y sus tapas y bocadillos están bastante buenos, cualidad que cada vez se echa más en falta.
Si es necesario sacarle una pega, pues se la sacamos. La verdad es que el único problema de Riviera es, precisamente, su carácter tradicional. Pues eso, que cuando entras y te sientas, notas cómo estás haciendo descender la media de edad. Si eso es un inconveniente o no, os dejo que lo decidáis cada uno.
RIVIERA
Convento de Santa Clara, 9