Darse un lujo de vez en cuando es sinónimo de irse de mariscada. Ya sea para celebrar algo en familia, con amigos o simplemente para darte un homenaje en pareja. Siempre es una gran opción. Pero ojo con los precios, que la cena o comida puede terminar en un disgusto...
En este caso, el ticket final va a ser más caro que en casi cualquier otro local de los alrededores, pero es que en los alrededores no hay otras marisquerías. Por unos 40-50 euros puedes salir rodando literalmente del restaurante, lo cual no está nada mal.
Lo remodelaron hace relativamente poco y le cambiaron el nombre, pero como no conocí el anterior, mejor no opinar. Lo que tenemos actualmente es una carta tan tradicionalmente galega como sabrosa. Por supuesto todo tipo de mariscos (depende, como es lógico, del día que haya unos u haya otros), carnes gallegas, buena patata, buen pulpo... lo que uno piensa que debe de tener un restaurante gallego sí o sí, está aquí.
Los vinos también están a la altura, con una buena selección de blancos (supongo que también en tintos, pero no puedo dar fe) y postres caseros, que siempre se agradecen tras tamaño festín. Las raciones son contundentes, y el número de ejemplares en el plato, también.
El local en sí es sobrio, de los de mantel de tela blanco y espacio entre mesa y mesa. Tiene además una gran terraza que da a una calle relativamente poco concurrida, con lo cual es una gran opción para los meses de calor pero no asfixiante.
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