
Lo más recomendable es reservar, porque así podrás elegir una mesa con vistas. Y una vez allí, no tener ninguna prisa, porque este sitio se caracteriza por lo abundante de su brunch. Puedes ir por lo dulce o por lo salado, pero siempre tendrás de todo lo que buscas: para beber no falta café, té y zumos de todo tipo, y para comer no falta ni bollería amplia (incluídos bagels dulces) ni los salados más comunes (embutidos y tostas de todo tipo, e incluso bagels salados, también).

Mención aparte merece su selección de huevos, desde escalfados hasta los míticos (y pelín pijos, para qué engañarnos) eggs benedictine. En fin, si quieres hacerte el guay a la hora del brunch, también puedes. Los platos de fruta son de lo mejor, siempre de temporada, y tampoco falta el yogur y cereales de esos de mil formas que no sabes nunca qué es exactamente pero que acabas comiéndote como está mandado. Y todo en un entorno acogedor, chimenea incluida y con mucho toque entre de pueblo y vintage.

Los precios de los brunch no son nunca baratos, eso está claro, pero aquí al menos te dan a elegir desde los 12 más o menos que cuesta el básico hasta casi 30 euros si quieres darlo todo. Tú sabrás qué hambre tienes, pero con el básico yo creo que vale. No se trata de comer para todo el día, que sólo son las 11-12 de la mañana...
En DolceCity Madrid: Mür Café