
Para empezar, churro mañaneros en los bares que hacen esquina, con sus típicas terrazas de mesas y sillas de metal, esas que hacen un ruido que sólo hay en las terrazas, un ruido de esos que te dicen que vas a pasarlo bien. Mientras mojas en un chocolate bien espeso, o en un café con leche y hielo si el calor aprieta, verás cómo van montando distintos puestecitos en la parte más alta de la plaza. Hay uno que trae cosas especialmente de Nepal que, hoy más que nunca, es muy apetecible, porque son amigos de aquel país y les va a hacer mucha falta echarles una mano comprando un fular, un cuaderno o una mochila hechas a mano. Tras un paseíto por los puestos, llega la hora del aperitivo.
Sí o sí, uno de los mejores vermús se toman en las terrazas de la parte baja de la plaza, o por las de la calle La Palma, no porque sean especiales, sino por el ambiente. Ambiente de vermú. Otro truco es ponerte siempre en segunda fila, estamos en una plaza muy concurrida y ponerte en la fila de mesas de terraza más cercana al centro de la plaza puede suponer un balonazo de un niño o una guitarra callejera demasiado cercana. A la hora de comer, las patatas bravas son un clásico, y las sirven igual de buenas en 3 o 4 sitios de la plaza, preferiblemente en los de la cuesta del Divino Pastor. Aquí no funcionan las cosas raras, aquí los imprescindibles de toda la vida llevan la voz cantante.
Pero lo mejor ocurre a medida que va cayendo la tarde. Esta plaza ya no es, por suerte, el nido de botellones descontrolados que fue hace años, pero sigue manteniendo ese rollito de lugar de encuentro, tranquilo y siempre con ambiente. Ha logrado el perfecto equilibrio entre estar agusto en las terrazas de alrededor y estar agusto sentado en los amplios bancos de la zona central, donde igual encuentras grupos de amigos pasando la noche de cháchara que familias enteras paseando al perro. Lo único malo es que la mayoría de los bares de alrededor son eso, bares, no discotecas, así que hemos de introducirnos en Malasaña para tomar copas hasta las tantas. No pasa nada, Malasaña también mola. Y el Dos de Mayo es su puerta de entrada.
En DolceCity Madrid: Dos de Mayo