
¿Y cómo consiguen esto? Pues muy sencillo: simulando ser un vagón de tren antiguo, de aquellos estilosos, como los de las películas (las de antes, las buenas). Está bastante chulo, el mobiliario da el pego y se crea un ambiente muy íntimo donde charlar tranquilamente. Al menos a la hora de la sobremesa, que es cuando disfruté de su delicioso café latte. Espumosito y excelente (hay muchas cafeterías que dicen servir “lattes”, aquí los hacen de verdad… se nota que los cafés son de Toma Café, saben muy ricos).

La barra de madera de la entrada invita a tomarse una copa, con la cantidad de licores que tienen por allí, pero como os digo yo prefería pasar al saloncito a charlar tranquilamente… y a perderme el mayor encanto del local. Sí, veréis, cuando volví a casa y me metí en internet para buscar el teléfono del local (para colgar este post que ahora lees) descubrí que The Passenger lleva el rollo tren un paso más allá proyectando paisajes en los laterales, ¡como si fueras en un tren de verdad en marcha! La pena es que a la hora que fui yo, a eso de las 4 y poco de la tarde, el proyector estaba más apagado que el juego de toque de Illarramendi.

Os deseo mejor suerte que la mía y que cuando vayáis podáis disfrutar del pack completo: muebles ¡y espectáculo de luz y color! Tengo pendiente regresar también para probar sus ensaladas y entrantes, o bien para tomarme un copetín. Volveré.
En DolceCity Madrid: The Passenger