
Este restaurante de comida china se llama oficialmente Zhou Yulong pero no hay persona, animal o planta que se refiera a él por su nombre. Su localización absolutamente hipster (aunque los modernos no lo reclamarán en propiedad, ya estaba antes de ellos y los sobrevivirá a todos) lo rebautiza para los madrileños como “El chino secreto de Plaza de España” o “El chino subterráneo” o, como lo ha llamado siempre mi hermana, “El chino clandestino” (un nombre con mucho más tirón, ¿no os parece?).

Pues bien, ¿cuál es tan misteriosa y divertida localización? Pues ni más ni menos que la entrada al parking subterráneo de Plaza de España (ver galería de fotos de este post). El secreto cada vez lo gritan más personas en Madrid y el viernes pasado, cuando por fin acudí a ponerme cieguito perdido, había una cola bastante importante de gente de toda condición: turistas, ejecutivos, modernos, estudiantes, chinos, chandalistas, madrileños de pura cepa y dos tipos sin oficio ni beneficio como mi novia y como yo. No estábamos allí por el factor “trendy” y “nobby” del sitio, que indudablemente lo posee, sino por la fama de su comida. Y a la pregunta de “¿se ha ganado su fama de restaurante riquísimo con razón?”, la respuesta es…

… sí, y mil veces sí. Mi novia y yo entramos “con poca hambre”. Pero obras son amores y no buenas razones. O sea, que la carta no presenta el producto precisamente de forma apetitosa (unas hojas plastificadas de grafía dudosa que te dan mientras estás de pie haciendo cola para que la cocina se vaya poniendo manos a la obra), pero que cuando te metes en faena con los platos te convencen sin dudar.

Mi novia y yo pedimos un pollo con cinco vegetales la mar de apañado, un arroz frito de ese que nunca decepciona (aquí menos) y unas bolas de sésamo (bolonchos infinitos, con soja roja, dulces, que siempre me han maravillado desde que los descubrí en Nueva York –toma name-dropping para hacerme el modernillo-). Como vimos que la cosa se ponía de lo más interesante con esos sabores plenos y maravillosos, el apetito nos reclamó dar un golpe en la mesa. Y nos dijimos que para probar lo de siempre ya tenemos el folleto del chino pegado con un imán en el congelador, que era el momento perfecto para probar algo nuevo.

Y allá que fuimos, a por una sopa de tallarines caseros espectacular. La carne picadita muy especiada y mucha cantidad, los tallarines espectaculares (no son los del Carrefour, precisamente… y no sé a qué nivel están comparados con los del Rey de los Tallarines, pero estos me gustaron más) y todos los vegetales chinos riquísimos. Me recordó a los ramen que me zampaba en el Charming Noodles, un restaurante de Dublín al que me vicié cuando vivía allí (¡segundo name-droppping, este tipo va en serio!). Un restaurante magnífico en un emplazamiento único para dejar a las visitas a cuadros.
En DolceCity Madrid: El chino clandestino de Plaza de España (Zhou Yulong)