Opté por un vino Monastrell (yo no soy muy de vinos, pero un día es un día); y, para llenar mi estómago exigente, obvié la carne cruda (para algunos es un bocati di cardinale, pero yo con el carpaccio -en este caso de Buey- no puedo) y aposté por una buena ratatouille con cigalas. Se componía de un salteado de berenjena, calabacín, tomate con sus hierbas provenzales y cigalitas salteadas con ajo y perejil. Salivación instantánea al “estilo Homer”. Deliciosa, pedidla y no os arrepentiréis.
De postre la cosa se puso muy interesante, porque tienen una oferta de lo más internacional, nada de “tenemos natillas, flan de huevo y mandarina”; aquí son más del brownie. Así que me la jugué con un sticky brownie (literalmente, “brownie pegajoso”) a base del brownie de toda la vida de Dios adornado con nueces y servido junto a la clásica bola de vainilla (esa bola de vainilla que tanto nos ha dado, alguien debería hablar de ella). No me chupé los dedos porque está feo, ¡pero vive Dios que lo hubiera hecho!
La decoración de Le Patrón es una mezcla de muebles vintage y toques modernos de lo más resultona, crean un ambiente muy cálido, íntimo y recogidito para comer a gusto, que es lo que a mí me gusta.
Además, la atención de los camareros fue maravillosa. Repito seguro, pero la próxima vez me traeré a mi hámster, seguro que le gusta el ratatouille con cigalas, es muy sibarita.
Fotos: Le Patrón
En DolceCity Madrid: Le Patrón
