
2) Darse cabezazos (figurados o no) contra la Administración Pública: Desconozco si este movimiento urbano tiene tanto tirón en otras ciudades como en la nuestra; pero lo veo chungo porque aquí está pegando más que el “urban knitting” ese o lo de ir vestido de mamarracho por la calle. Cualquier papeleo te llevará en Madrid dos o tres mañanas de escaquearse del curro, pedir favores y volverse loco. Mañanas, sí, por las tardes cierran

3) Comprarle una cerveza + bocata a un chino en la calle: Noche de farra, melocotonazo tremendo (que diría el Fary) y ese chino amigo en la calle que te ofrece sus productos para que repongas fuerzas: cervezas, bocatas (un poco limados en cuanto a cantidad de lonchas de embutido se refiere) y hasta tuppers con fideos he comprado yo (entran solos, oye). Sus “locales” son bastante minimalistas: una caja de frutas colocada en posición vertical, con parte del muestrario a la vista. ¡Qué bueno que vinieron!
4) Peregrinar a Doña Manolita en busca del cupón ganador de la lotería: Lo que se busca con este viaje anual y navideño ya no es tanto que nos toque la lotería (sabemos que esto siempre le pasa al vecino, nunca a uno mismo), sino esa comunión con otros aficionados al juego que están ahí haciendo cola porque es lo que toca, porque esto es Madrid y aquí se le compra el cupón a Doña Manolita, claro que sí.
5) Empezar el año con unos churros con chocolate: Yo soy muy seguidor de esta tradición (de hecho, renuevo mis votos por ella cada año), pero me queda la pequeña pega de que en un montón de locales solo tienen churros para mojar el chocolate, cada vez hay menos sitios donde conseguir una buena porra (… sí, he escrito intencionadamente esa frase de forma juguetona, va por vosotros). San Ginés es el local más famoso de Madrid en chocochurros y, sinceramente, a estas alturas de la película, ¿para qué vas a ponerte a hacer probaturas con otros locales?

6) Pisarle el pie a un desconocido en el Metro: Esta costumbre tan nuestra (sobre todo en los vagones de las 7-8 de la mañana) la he vivido desde pequeñito; y allá donde fueres haz lo que vieres así que… temed por vuestros pinrreles. Temed.
7) Comerse un bocata de calamares: Yo no sé si fuera de Madrid también se lo reclamará como propio alguna otra ciudad, pero esto es NUESTRO y de nadie más. Pan crujientito, calamares rebozados, caña para ir pasando y que no decaiga. Seguimos apostando por El Brillante. Pudiendo ir a La Meca de esto, por qué jugártela en una mezquita sin solvencia probada.
8) Bailar un chotis: Vale, yo esto solo lo he hecho en San Isidro y con unos vinos de por medio, pero ¿hay imagen más típica de Madrid que un chulapo y una chulapa agarraditos de la mano mientras se mueven al son de un organillo? Baile originalmente nacido en Bohemia (República Checa) que, una vez entró en Madrid a mitad del siglo XIX, ya no volvió a salir. Ese ritmillo lento, ese remarqueo de sílabas tan castizo, ese movimiento entre elegante y desafiante… nos pega bastante, ¿verdad?
9) Preguntarle al kioskero: Con todo eso de que la prensa se está muriendo la cosa se está poniendo chunga para uno de los gremios a los que más cariño tengo, el de los kioskeros. Esa buena gente, suministradores de los diarios y revistas que nutren el 90% de mis lecturas, son también unos excelentes mapas a pie de calle. Si el iPhone se te ha escacharrado, no te apañas con el mapa de bolsillo impermeable de la Lonely Planet o, simplemente, no recuerdas dónde estaba ese bar donde has quedado con el colega de turno… pregúntale al kioskero. ¡Saben más direcciones que los taxistas! Además, no hace falta que les compres nada para que te den la información (… no como esos dueños de bar rancios que no te dejan usar el baño sin consumir…).
10) Evacuar en los baños del Fnac: Perdonad la expresión y la confusión, pero he descubierto hace poco que no soy el único que hace esto y no he podido evitar la tentación de reflejarlo ya como una tradición de nuestra ciudad. ¿Estás por el centro de Madrid y te da un apretón? No te preocupes, sube la Gran Vía hasta la Plaza de Callao, sube a la última planta del Fnac y atiende la llamada de la naturaleza. De nada. De gratis.
En DolceCity Madrid: Doña Manolita, San Ginés, El Brillante, Fnac