
La respuesta a la última pregunta es: “Sí… pero solo si eliges una obra que esté realmente bien”. Y es que el Teatro La Strada tiene muchos puntos positivos y alguno que otro negativo que deberían resolver rápidamente si quieren mantenerse con éxito al ladito de la Gran Vía, que no es una zona de Madrid donde escaseen los teatros, precisamente. Empecemos por las cosas a favor: la acústica de la sala es perfecta (al menos de la sala que me tocó a mí). Mi butaca estaba situada más o menos en pleno centro y se oía todo perfectamente, no se me escapó una sola palabra pronunciada por los actores (María Castro, Antonio Hortelano –eterno Quimi-, y la gran sorpresa de la obra, César Camino). Además, el sistema de sonido de la sala era lo suficientemente potente como para sorprender al personal en ciertas transiciones.

La visibilidad también es muy buena desde casi cualquier sitio de la sala. Así que en estas dos cosas, quizá las más importantes, La Strada cumple. Pero no cumple a la hora de señalizar las salas, los aseos o las salidas (es muy complicado encontrar los baños o saber por dónde salir del teatro una vez terminada la obra, no hay señales ni personal del teatro que ayuden en la labor).

Al bar del teatro no le vendría mal incorporar una cafetera (el “vino caliente parisino” a 2 euros es muy fashion pero no sé yo…) y la entrada de La Strada debería añadir algún tipo de cinta o pivote para conseguir ese imposible en España: FORMAR UNA COLA.
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En DolceCity Madrid: Teatro La Strada