
Lo que más me gusta del parque es la cantidad de diferentes estancias y paisajes que ofrece: esculturas, jardines, fuentes, estanques, patos, ermitas… un no parar. Por eso me arrepiento de haber ido con poquito tiempo, ¡no me lo esperaba tan grande! (14 hectáreas nada más y nada menos). El Parque, como ya sabréis, se encuentra en Alameda de Osuna y si no tienes coche -como un servidor-, lo mejor va a ser que te lleves lectura para el Metro, el viajecito es largo.

Pero lo bueno se hace esperar, y en cuanto atraviesas la entrada te das cuenta de que, cuando nos ponemos, podemos dejar unos parques la mar de bonitos, cuidados y monumentales.
Nacido como residencia veraniega de la familia de Osuna, uno se siente realmente en un “jardín privado gigante” de gente adinerada cuando pasa por delante de ese riachuelo con patos y cisnes, o cuando atraviesas el laberinto de setos.

Y una cosa que me llamó mucho la atención: será porque está lejos o porque es menos conocido que otros parques de Madrid, pero suele haber poca gente y muy desperdigada, la sensación de paz es absoluta. La entrada es gratuita y solo abre los fines de semana. Si no has venido nunca al Capricho, no esperes más para darte el ídem.
En DolceCity Madrid: Parque El Capricho