
Voy a explicarme. Empecemos por el “bueno”: el sitio es muy de diseño y se nota: que si su rincón con butacones, que si su mesa comunal (que tuve que abandonar para que seis señoras francesas pudieran desayunar en la misma mesa), que si sus lamparitas elegantes, que si esas paredes blancas, ese mostrador tan bonito (y tan clavadito al de Mamá Framboise -¿los sacan de una cadena de montaje o qué?-), etc. Diseño, moderno, bonito, afrancesado, correcto.

Pero también tiene un pequeño “pero”: que olía demasiado a nuevo. A ver, no me refiero a que, literalmente, las paredes olieran a recién pintadas; sino a que el sitio aún está en "fase beta", no hay ese ruidillo de cafetería que debe surgir de forma natural, ese murmullo, ese trasiego de platos y cafeteras; todo está demasiado ordenado, colocado y espaciado.

Yo le añadiría unas gotitas de calor, no sé, unos juegos de mesa, unas estanterías con libros, por qué no alguna alfombra bonita… Aunque supongo que será cuestión de que el sitio se vaya rodando y adquiera esa “personalidad” que tanto me gusta en otras cafeterías.

Donde no hay queja ninguna, insisto, es en su materia prima: pasteles, tartas, croissants, panes… y todo riquísimo.
En DolceCity Madrid: Uvepan