
No es que en otros museos me sienta vigilado/controlado, pero en el Reina Sofía siempre he podido campar a mis anchas, sin que me den mucho la vara con que “no se pueden hacer fotos” o imponiéndome un “desarrollo de la visita al museo”. En esa estructura un poco loca que tienen las salas y plantas del museo (al menos a mí me supone un desafío trazar un recorrido mínimamente lineal) encuentro una libertad ciertamente gozosa. Puedo ir a mi aire, improvisando, seleccionado salas, saltándome otras, regateando el Guernica los domingos por la mañana (tremendos los corrillos frente y alrededor del genial cuadro de Picasso), picoteando aquí y allá, convirtiendo cada visita al museo en una experiencia distinta a la anterior.

El Museo se abrió en 1990 y vino a ser el MUSEO DE ARTE MODERNO Y CONTEMPORÁNEO, así, con mayúsculas, de Madrid y de España. El edificio, que originalmente era un hospital y se nota, es obra de los arquitectos José de Hermosilla y Francisco Sabatini, a quien debo agradecerle parte de mi disfrute en su recorrido. En septiembre de 2005 se inauguró la ampliación del Museo gracias al edificio del arquitecto Jean Nouvel, otorgándole al Reina Sofía un total de más de 84.000 metros cuadrados de espacio.

Actualmente alberga una exposición interesantísima (la última que he visto), “Encuentros con los años 30” y a partir de mediados de enero viene una del fotógrafo Robert Adams que no me pienso perder. Para finales de abril hay programada una de Dalí conjuntamente con el Pompidou de París. La cosa promete.

Por cierto, la visita y (larga) contemplación del Guernica es imprescindible. Sigue impresionando.
En DolceCity Madrid: Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía