
La ocasión de la visita era más que apropiada: un partido del Madrid. Uno es preso de sus aficiones y, qué le vamos a hacer, soy aficionado del Madrid. Son tiempos difíciles, no voy a negarlo. Para pasar el trago de la inoperancia de los de Mourinho, qué mejor que unas jarritas de cerveza con limón y unas buenas raciones. Ataos los machos, que diría Hugo Sánchez en sus tiempos mozos, porque os voy a contar el desfile de platos que fueron apareciendo por mi mesa (no por arte de magia, claro, sino tras detenido estudio de la carta):

Empezó la cosa con una de chopitos rica como ella sola. De todas formas, los chopitos son apuesta segura y es muy difícil pifiarla aquí. Hubiese agradecido una ración algo más generosa, eso sí. Aquel plato a duras penas pasaba de la media ración. Seguimos con unas croquetas del abuelo, muy ricas. No estaban a la altura de las de Juan y Juan, pero tenían un sabor rico y un tamaño bien hermoso. Quedé complacido con ellas.

Acabó la cosa con unas patatas tres salsas con un gran defecto: servir patatas fritas/al horno con el ali-oli por encima debería estar penado por ley. ¡Las ali-oli tienen que ser cocidas! En cualquier caso, la salsa brava estaba muy rica y la rosa, aunque sea pura guarrada, me tiene encadenado. Me quedé con las ganas de tirarle a los quesos y patés, pero con lo pedido ya estaba más que habiado.
En fin, típica taberna de barrio, con cocina cumplidora y el ambiente que uno necesita para ver un partido de fútbol. Si estáis por Marqués de Vadillo y no sabéis dónde tomaros una caña, viniendo aquí acertaréis seguro.
En DolceCity Madrid: La Taberna de Domínguez