
Una taza de café bien grande y una tostada igualmente lustrosa en un pequeño jardín muy cuco y con bastantes mesas. La tranquilidad que se respira aquí es absoluta… y quizá fue esa paz, ese relax absoluto, el que hizo que me despistara y se me olvidara pedir una de sus tartas. Según mi hermana, que es quien me descubrió este “lugar secreto” de Madrid, las tartas de zanahoria que hacen aquí son de tronío, ¡son dignas de un museo!

Pero además de los clásicos desayunos con tostada, barrita, bollería y/o zumo, tienen muchas cosas más, para otras horas del día: tartas caseras, ensaladas, bocadillos, quiches, cerveza, vino, champán… para tomar un bocado por la mañana o por la tarde en un enclave tan romántico como el propio Museo del Romanticismo. Que digo yo que no es el museo más publicitado de Madrid y quizá deberíamos empezar a darle un poco más de bolilla, porque lo merece.

El jardincito, por cierto, tiene una fuente de época y vegetación de hoja perenne. Que, como nos explicaron en el cole, son aquellas que están bonitas todo el año (tal vez en el cole usaron otras palabras).
En DolceCity Madrid: Café del Jardín en el Museo del Romanticismo