Un español prueba la zarzaparrilla (con resultados inesperados)

Me llamo Juan Rodríguez, tengo 31 años y ayer probé la zarzaparrilla. Silvia, propietaria junto a su hermana Cristina del recién abierto Taste of America, me advirtió de su peculiar sabor (“mi padre dice que sabe a Réflex”). Pero hice caso omiso de las señales y me precipité a la sinrazón, COMO UN HOMBRE ESPAÑOL. Me compré una lata, me la llevé a casa y dejé que enfriara; la metí en la pila donde corre el agua de un pequeño arroyo, atada a un cordel dorado que compré en el colmado de la vieja Sally (… mentira, la metí en la nevera).

Abrí la lata, la acerqué a mi boca y… Veamos unas pruebas gráficas de lo que ocurrió:


1. El hombre, ante la frontera definitiva: la zarzaparrilla (Silvia me dijo que la marca Stars & Stripes era la “root beer” más suave de la tienda, la mejor para no iniciados)

2. Arqueo las cejas, inquieto ante mi futuro tras ese sorbo loco (¿¿Sabe a Réflex?? Esas palabras resuenan en mi mente una y otra vez y, aunque yo nunca he visto al padre de Silvia, le imagino como un hombre atractivo)

3. Hago acopio de fuerzas con la vieja técnica “apretar mucho los ojos” (¿será este el único refresco del mundo que no encuentre delicioso? ¿habré encontrado, finalmente, mi kriptonita?)

4. Espera un momento… Esto… ¡¡Esto sabe de lujo, muchacho!!

La zarzaparrilla, queridos amigos, ¡está rica! Sabe a jeringuilla, a caramelo; y, efectivamente, a Réflex. Pero en plan bien. Es increíble cómo mi paladar se ha adaptado tan rápido a tan osado sabor (nota mental: sustituir las latas de Tab de mi refugio antinuclear por latas de Stars & Stripes).


Pero no todo es zarzaparrilla es la casa del Señor (AKA = Taste of America). Atento que vienen curvas: marshmallows de los de la tele, bolsas bien prietas de marshmallows esponjosos y mullidos, como el colchón del dormitorio de Katy Perry; mezclas para hacer tartas de zanahoria, brownies y bizcochos, mantequilla de cacahuete crunchy y extra crunchy, Apple Jacks de los que se tomaban Jerry Maguire y el niño pequeño tras chocar las cucharas, botes de arándanos, nueces y cacao; capsulitas de Reese´s Pieces como para hacer regresar a E.T., caramelos Starburst (¡los Sugus de América!), Nesquik de plátano y vainilla.


Siéntate, que no hemos terminado: preparados para tortitas (“panqueques”, Series Yonkis dixit), preparados para gofres, Lucky Charms con duendecillos en la caja (¡y malvaviscos en los cereales!), mostaza a la miel de Cardini´s, la salsa de Paul Newman, las tortillas mejicanas de Taste of America que no se acartonan a los dos días, el aceite de oliva en spray acalórico (para las dietas que no te permiten tomarlo), y bagles. Muchos bagles. Los bagles con semillas de amapola se llaman “Poppy Bagles”. ¿¿POPPY BAGLES?? ¡PERO VIVA LA VIDA!


We´re not done yet: Coca-Cola de vainilla (dame dos cajas), Frapuccinos ya envasados del Starbucks (ponme tres botellas), Mountain Dew de lata verde (dame el teléfono del repartidor, necesito interceptar su camión). Mucho ojito a su Coca-Cola importada de los mismísimos Estados Unidos de América, que sabe distinta a la española.

Taste of America es un rollercoaster de emociones, un regreso a la inocencia, un “dame un poquito de pastel de frambuesa y la rúcula esa dásela a los conejos”. Taste of America lo es todo.


A veces siento el deseo de donar sangre en una botella de Coca-Cola. A veces siento el deseo de volar sobre un maizal de Kansas. Sometimes I feel the dream… The American Dream.

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En DolceCity Madrid: Nueva tienda de Taste of America