Martes, 23 Noviembre 2010

BON APPÉTIT, de David Pinillos

por Álvaro Pedraz
No es por presumir pero nuestro olfato no falló en absoluto. Nuestro radar para el buen cine dio en el blanco con esta coproducción que ofrece una imagen nacional como nunca y como nos gustaría fuese.
O el rumbo que a uno le gustaría que tomase el cine patrio. O lo que es lo mismo: salud… para nuestro cine. Esto merece cierta solemnidad: Señores, estamos ante, y por primera vez, una película española verdaderamente europea. Este prometedor debut en el largometraje del director segoviano, saca de nosotros como cultura todo lo que nos une al viejo continente. Nada de aquellos amagos de thriller pavorosos donde intentamos poner un acento sajón de Villaconejos y refugiarnos en una internacionalidad que nos queda como el mismo acento, bastante artificial; estamos ante algo casi nunca visto y tremendamente agradable de ver.

Además, la coproducción con Alemania nos sienta particularmente bien, nos centra. Talento y eficiencia todo en uno. Una especie de ‘Deliciosa Martha’, también culinaria, pero con la pasión nuestra latiendo por debajo. Toda una mezcla sugerente de sabores.

Y por primera vez que uno recuerde, algo nacional se acerca a la sobriedad más nórdica sin complejos, empatizando con lo nuestro, con lo que nos une. Sintiéndonos capaces de afrontar sentimientos románticos sin estupideces, sin exabruptos, como adultos, sin tener que soltar la patochada cañí de turno.
Por fin nos damos cuenta de lo entretenidos que son los intercambios de miradas cómplices en pantalla, el juego que da la química entre los protagonistas (magníficos Ugalde y la alemana Nora Tschirner, cuya mirada astuta llena la pantalla), lo bonito que quedan las conversaciones alrededor de un vino, o lo bien que sientan ciertos silencios y pausas. Esta película debía colocarse como pretendida brújula del cine al que aspirar.



Concretamente, me gusta de manera especial la nueva imagen que se da aquí del estereotipo español. Queda muy lejos de la ‘fiesta’ en general, del toro con banderillas encima de la tele y del gañán que persigue suecas. Se nos comienza a ver (espero) como un modelo de talento y eficiencia. Y se agradece. Ojalá atienda a una nueva forma de vernos y que nos vean. Esto no representa sólo un nuevo modelo de españoles por el mundo sino una nueva y demostrada capacidad de hacer historias sencillas, previsibles pero deliciosas, tiernas pero firmes, sensibles (les entrarán ganas de abrazar peluches y a mucha honra) pero más que aceptables.

#video#

Sinceramente, con todos los macmenús de plástico que pululan por la cartelera repartiendo úlceras a destajo, esta película resulta ser todo un solomillo que llevarse al ajado paladar. Que aproveche.