Martes, 29 Septiembre 2009

EL SECRETO DE SUS OJOS, de Juan José Campanella

por Álvaro Pedraz
Sin exagerar: una de las más grandes obras maestras de la historia del séptimo arte, lo más insuperable de los últimos tiempos. Jamás creeríamos hacer tal afirmación: La genialidad está en cartelera.
Me van a disculpar que me ponga un poco soez, pero la ocasión lo requiere. Intenté expresarme con moderación y profesionalidad pero no fue posible. Esto es UNA PUTA OBRA MAESTRA. Con todas las letras, con mayúsculas, con altavoz, con el grito en el cielo. Es impensable en estos tiempos hacer y presenciar una película tan redonda, tan genial, tan, tan, tan…

Que redoblen las campanas, que se desaten tempestades, que caigan los jinetes de los caballos, que se revuelvan los cielos. Hosanna, oh, Hosanna, oohh. Algo intuíamos al ser la sexta genialidad de un director tan sobresaliente como este argentino (y de doble nacionalidad española. Orgullo máximo) responsable de otras piezas gloriosas del séptimo arte como ‘El hijo de la novia’ o ‘El mismo amor, la misma lluvia’, entre otros capítulos de House, por poner algunos ejemplos, pero no imaginábamos que se llegaría a tal cota de perfección. Hubo que mezclarlo con una investigación criminal, basada en una genial novela de Eduardo Sacheri, para crear algo como no ha existido igual. Algo tan magistral, tan inmenso.

Desde el plano subjetivo, directa al top de las diez, o cinco, mejores películas de la historia, según este nunca-imparcial servidor.
Desde el plano objetivo, si es que existiere tal cosa, la película de contenido más inconmensurable del año, qué digo del año, del lustro, qué digo del lustro, de la década, qué digo de la década…, sin duda, y pese a que no llevamos mucho, de este presente siglo.
Olviden el resto: La mejor película del siglo XXI sin apenas margen de duda (sólo algunos directores asiáticos nos hacen temblar el pulso en semejante afirmación).

Justificarse en la opinión resulta una completa vulgaridad. Es como para los creyentes describir a dios, ¿cómo lo haces? ¿Lo rebajas a las cotidianidades humanas? ¿Dices que tiene melena blanca o viste sandalias? ¿Puedes decir de esta gloriosa obra de arte que contiene la mejor y más inspiradora trama policial de los últimos tiempos, aderezada con unas pinceladas inconmensurables de romance, amistad o afinado humor? ¿Puedes comentar acaso que contiene los trabajos, en una tensión y contención sin igual, de dos de los mejores actores de todos los tiempos, la mirada de gato viejo de un gigantesco Ricardo Darín, (posiblemente el actor de expresión más astuta jamás habido), la intensidad de Soledad Villamil que es un lujo, una luminosidad, una delicia de expresión y agudeza? ¿Puedes decir acaso que goza de secuencias para el recuerdo, del todo imperecederas (la del ascensor, la provocación al criminal, la investigación en el bar, el majestuoso final…), enfrascadas en una ambientación tremendamente lograda? ¿Puedes acaso reafirmarte en que es Argentina ahora mismo una de las mecas del cine y donde mejores historias se están tallando, sin tener en cuenta que en realidad esta es una historia universal y atemporal? ¿Puedes dejar de evitar comentar lo original, lo enganchante, lo perfecta que resulta, que es una película omnipotente, omnipresente u omnisciente?

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Definitivamente no. Lo único y mejor que uno puede hacer es ir, callar, dejarte llevar por la historia con más miga que puedan imaginar y acaso rezar porque este, ya confirmado maestro, siga haciendo cosas como tan gloriosas como la que nos ocupa; o que al menos la gente se santigüe al ver el cartel de una cosa así; o que se lleve todos los premios posibles de todos los certámenes posibles (negarle algún premio en la reciente San Sebastián debía ser tachado de injuria o herejía); o rogar por que siga habiendo razones de gran peso como esta para que uno siga adorando como adora este, ahora sí que puede decirse, noble arte.

-Mi más devota reverencia-.