Miércoles, 9 Julio 2008

Clásico de cine del mes: Mi tío

por Álvaro Pedraz
Este mes apostamos por acercarnos a la genialidad del cineasta francés Jacques Tati y su película de 1958. Toda una apología de la sencillez frente a la modernidad.
Quizás una de las más entrañables defensas de lo cotidiano, de lo sencillo frente a la complejidad y su aparatosa tecnología venga de la mano de un personaje irrepetible del cine, una especie de Charlot francés, un Mr. Bean galo. Se trata de aquel genial director y actor francés de ascendencia rusa que se jactaba de no haber estudiado nunca cine, Jacques Tati, esta vez embutido en su inolvidable Mr. Hulot, con aquella gabardina, pipa y peculiar gorro eternos, en una de las cuatro únicas películas en las que desarrolló el personaje de las ocho totales de su filmografía como director.

Una deliciosa caricatura de lo burgués y refinado que se acaba autorretratando como hueco en una clara apuesta por las cosas pequeñas, por los cotidianos placeres. Cosas como mover tu ventana para que su reflejo haga que un pájaro cante o apuestas entre chavales para ver quién es el próximo transeúnte en pegársela contra una farola mientras comen buñuelos. Otro tiempo sí, pero al fin y al cabo una apología atemporal sobre la intensidad y originalidad de la vida real lejos de complejos mecanicismos

#video#
Originalidad en estado puro, con una de las viviendas más inolvidables del cine, un plano entero del edificio por el que vemos escalar al protagonista hasta alcanzar su peculiar ático. Un personaje irrepetible que nunca sobrepasa las dos o tres frases murmuradas de diálogo mientras que el ruido y la gente van girando sobre él en otra dimensión ajena (como ver toda la fuerza del cine mudo rodeado del ajetreo sonoro, siempre extraño). Una simbología (esa casa con ojos…), un significado de las imágenes y unos aspavientos que hablan por sí solos. Un inolvidable paseo por aquellas calles de Francia, míseras y preciosas, llenas de luz y de vida (es como un continuo cuadro impresionista en movimiento); destacadas por encima del refinamiento, el clasicismo y la modernidad civilizatoria hueca. Un mensaje atemporal de todo un clásico.