
Fuimos a Óptica Toscana, una de esas tiendas que aún conservan el letrero antiguo en la fachada, cuando era un almacén de semillas. Su interior está decorado con estanterías repletas de pequeños cajones de madera, donde antiguamente guardaban las semillas. Todavía conservan los letreros que identificaban cada grano.
Una vez allí una chica nos preguntó amablemente si necesitábamos asesoramiento. Mi amigo enseguida dijo que sí. Entonces nos sentó en un espacio compuesto por un par de sillas, una mesita y un espejo. La chica volvió con una bandejita de cuero llena de gafas que respondían perfectamente a la descripción que le había hecho mi amigo.
Veinte minutos después se había probado unos 15 modelos de gafas, pero el que finalmente se llevó fue, sorprendentemente, el primero que ella le había recomendado. ¿Se puede ser más profesional? Además ella se mojaba, no os vayáis a creer, cuando algún modelo no le quedaba bien era la primera en comentarlo. El trato fue impecable: rapidez, profesionalidad y amabilidad.

Yo me quedo con las gafas de pasta en blanco y verde de Paul Frank. Si pudiera llevarlas, claro...
En DolceCity Madrid: Optica Toscana