“Volver, con la frente marchita, las nieves del tiempo platearon mi sien… Sentir, que es un soplo la vida, que veinte años no es nada, que febril la mirada errante en las sombras te busca y te nombra… Vivir, con el alma aferrada a un dulce recuerdo, que lloro otra vez…”
...relata la letra de Alfredo Le Pera, ensalzada por la carismática voz de Carlos Gardel. Y es que Gardel tiene nombre de tango.
Relata la anécdota que al llegar por primera vez a Madrid, Gardel fue al bar Chicote y su dueño le preguntó de dónde venía y a qué se dedicaba. Gardel le explicó que venía de Argentina y que cantaba tangos, y el dueño no dudó en preguntarle ¿y a usted, cuándo le abandonó su mujer? Explícita respuesta para definir la vasta intensidad humana que los tangos narran. Celos, pasión, locura, desesperación…, sentimientos enaltecidos ante el amor hallado o el deseo frustrado. Sus letras, su baile, conforman la pócima mágica con la que expresar lo más hondo del ser.
Eso bien lo saben Marcela y Marcelo, dos bailarines y coreógrafos argentinos que han deleitado a más de uno con sus espectáculos tangueros, y ahora se lanzan a la hazaña de compartir sus conocimientos y disfrutar de los efectos que evoca el tango. Nada mejor que aprovechar las joviales noches estivales meneando la pierna a golpe de acordeón, quién sabe, quizá sea el mejor remedio para desquitarte del cantamañanas que te hirió el alma o de la mala pécora que te condujo a la desdicha…
Las clases se imparten en el Palacio de Gaviria