
Es aquí donde se cruza el estudiante asiático con el oficinista dublinés, el turista americano con el dueño del restaurante polaco que va escuchando el iPod a todo meter, el jardinero que se ha mudado desde Cork con la pareja española recién llegada con mapa en mano… Y así podríamos seguir hasta el infinito. El puente de O´Connell es, en definitiva, el reflejo más perfecto de la mezcla de culturas, gentes y costumbres que vertebran la ciudad y que merece la pena visitar no tanto por su estructura sino por el significado e importancia que tiene para Dublín.

Diseñado por James Gandon y construido durante tres años entre 1791 y 1794, se trata del único puente de Europa que regula el tráfico que es tan ancho como largo (bajo él pasan los 45 metros del río Liffey y el puente tiene una anchura de 50 metros). El puente ha sufrido remodelaciones en 1860, 1877 y 1882. Un consejo personal: nunca vayáis por su “isla central”, estaréis lejos de cualquier paso de cebra. A esto lo llamamos rookie mistake, no pasa nada, seguro que acabas de llegar a la ciudad. Ya aprenderás.

Una anécdota divertida sobre el puente: en 2004, dos hermanos bromistas instalaron una placa en el puente en conmemoración del sacerdote “Pat Noise”, que murió “en circunstancias misteriosas cuando su carruaje se hundió en el Río Liffey”. Nadie se dio cuenta hasta que en 2006 el periódico Sunday Tribune reveló, en una entrevista con los hermanos, que el tal “Pat Noise” (juego de palabras con el latín “Pater Noster” –“nuestro padre”-) no existía y que era un homenaje de los hermanos a su propio padre. Aunque se ordenó en un primer momento retirar la placa, finalmente el apoyo de la gente a su permanencia y la firme decisión de Dermot Lacey (político local miembro del ayuntamiento) mantuvieron la placa donde se encuentra actualmente. Only in Dublin.
En DolceCity Dublin: O´Connell Bridge












