
Para equipararlo con algo en España, podríamos decir que el Candy Café es un bar de barrio de los de toda la vida. A ver, entendedme: aquí no hay tragaperras, gambas por el suelo o la parroquia habitual con el palillo en la boca; pero sí es un bar de los de siempre en lo que a comidas se refiere. Rara vez lo escogerás para comer o cenar pero cuando lo haces, vaya, les queda algo bastante apañado.

Una de las mayores virtudes del Candy Café (además de un nombre absolutamente delicioso y unos sándwiches y sopas caseras bastante salvables) es la hora de cierre. Es una de las pocas cafeterías que te puedes encontrar abierta a las nueve de la noche. Y eso, en una ciudad donde a las siete de la tarde está TODO cerrado, es todo un descubrimiento. A veces es conveniente quedar con alguien en un lugar que no sea un pub, aunque sólo sea por variar.

Respecto a la comida, aparte de lo ya mencionado (sándwiches grandes y sabrosos, baps con lo que quieras), es conveniente destacar que aquí sirven ensaladas, porridge casero (que está rico, pero no tanto como el que probé en Avoca Café) y toda la vaina habitual del desayuno irlandés: salchichas, bacon, huevos, alubias... Además, tienen algunas “pastries” (bollos) deslumbrantes, pocas veces he visto muffins tan grandes como las de aquí. El café está bueno, el servicio es rápido y el sitio es tranquilo. No aceptan tarjetas de crédito, así que si entras más te vale llevar suelto.
En DolceCity Dublin: Candy Café









