
La palabra clave aquí es relax. Lejos del agobio y estrés que te produce el centro comercial medio (que puede llegar a parecerse al metro en hora punta), aquí todo es calma y espacio. Hay más de 40 locales donde sentarse, pasear, tomar un café, hacer unas comprillas… Lo que te apetezca. Pero con calma, con mucha calma.

Y con un puntito de lujo, las tiendas de joyas o cerámicas y las boutiques de moda se mezclan con galerías de arte, restaurantes “fashion” llenos de turistas a los que no les tiembla el pulso a la hora de sacar la billetera, un edificio del siglo XVIII (se trata de una mansión georgiana del siglo XVIII construida para Lord Powerscourt) y… ¿hemos dicho ya que hay un piano en la planta baja con música en directo?

Lo de la billetera es la norma de la casa en el Powerscourt Centre, los precios son caros. Lo único asequible son esas mini-cupcakes tan monas que tienen junto a una de las entradas. Por lo demás, hay restaurantes vegetarianos, una galería de fotografía de Norman Giles y unas cristaleras que da gusto la de sol que entra. Quizá por eso haya tan poca luz en Dublín, porque el Powerscourt se la queda toda.
En DolceCity Dublin: Powerscourt Centre

















