
La jornada suele ser continua y el descanso para comer, el “lunch”, suele durar 30 minutos; momento en el que los oficinistas se precipitan sobre cualquier deli (tienditas de alimentación donde hacen unos bocatas de rechupete) o el local O´Briens, auténtica institución sandwichera con “emparedados” (que dirían en los dibujos) muy ricos y muy caros. Si tu oficina está cerca de los canales de Dublín, qué mejor que dar un paseo, cuando pega el sol y se reflejan los edificios en el agua son preciosos (no te preocupes de no pisar nada sospechoso en el suelo, apenas hay perros en esta ciudad y los que hay son muy limpitos).

Como las tiendas suelen cerrar a horarios criminales (no busques nada abierto más allá de las seis de la tarde, a no ser que sea un jueves, día que abren al menos un par de horas más), lo mejor al terminar el trabajo es dar una vuelta por las calles concurridas, ver a unos bailarines en Henry Street o a los viejos parroquianos alrededor de la estatua de James Joyce en Talbot Street. Si cae la noche y no estás en casa, puedes rematar el día viendo aquella película que viste anunciada en el autobús en cualquiera de los dos cines más céntricos de Dublín: el Cineworld (las multisalas de toda la vida) o el Savoy (el cine más viejo de Dublín, había otros anteriores pero ya no están en pie).

De vuelta a casa, dale chance a los shows más populares en las teles dublinesas: “The X Factor” (con esa Cheryl Cole que me quita el sentido), “Come dine with me” o “Four weddings” acompañado de una buena pinta y los estrambóticos sonidos de tu vecino paquistaní en el piso de al lado. Just another day in Dublin.
En DolceCity Dublin: Días laborables





















