
Cuando llegas al Samuel Beckett Bridge no lo cruzas, lo admiras. Se encuentra al sur del río Liffey, en los Docklands, y es visible desde bien lejos, con sus 124 metros de altura y ese “cuello alzado” como si de un cisne estirándose se tratara. Pero hablemos con propiedad, el puente no reproduce el movimiento de un cisne sino la forma de un arpa, y los 31 cables de acero que sujetan el tablero son las cuerdas de la misma. El arpa es uno de los símbolos y motivos visuales más característicos de Irlanda.

El puente, una modernidad preciosa del arquitecto español Santiago Calatrava, puede abrirse hasta un ángulo de 90 grados para permitir que pasen las embarcaciones. Esto es posible gracias a un mecanismo de rotación situado en la base de la torre. Cuando el puente se pone en movimiento, no es raro ver a un grupo de personas paradas contemplando la operación. Pese a conocer la rutina de un puente en movimiento, lo cierto es que ésta tiene algo de maravillosa.

Santiago Calatrava declaró que su intención al crear el puente (con un parecido más que razonable al Puente de la Mujer de Buenos Aires que también diseñó él) fue la de unir las orillas norte y sur del río Liffey “tanto en sentido físico como simbólico”. Se trata del segundo puente de Calatrava en Dublín tras el James Joyce Bridge. La empresa Hollandia, sita en Rotterdam, construyó la estructura de acero del puente así como la del London Eye de Londres.
En DolceCity Dublin: Samuel Beckett Bridge























