Las pasadas navidades tuve un regalo muy especial. Mi pareja quiso sorprenderme un mediodía previo a las fechas señaladas y pedimos un taxi rumbo a Santa Coloma de Gramanet, al lado de Barcelona, sin saber yo el destino concreto. Al llegar, me encontré con el restaurante Lluerna, que me sonaba por su cocina con una estrella Michelin. La sorpresa, sin embargo, fue mayúscula cuando al pedir por nuestra mesa, nos entraron ¡a la cocina! Y es que mi chico había reservado mesa para dos en su nuevo reservado con vistas a la cocina de Víctor Quintillà, el chef responsable de la excelente cocina del Lluerna.
Una vez sentados y consciente del menú que iba a seguir, mis sentidos se pusieron en alerta para saborear con frenesí cada uno de los platos de esta singular experiencia. Porque el Lluerna es un restaurante con estrella Michelin inusual, y no solo por su ubicación fuera de la metrópolis de Barcelona. Con pocas mesas y unos inicios basados en un restaurante de menú, siempre imaginativo, Víctor y su socia Mar Gómez como sumiller, han sabido construir un restaurante con personalidad suficiente para seguir ostentando la estrella Michelin de forma continuada hasta 2017.
Méritos no les faltan. Nosotros disfrutamos de su menú mesa en la cocina de alredor una decena de platos, en los que manda el producto de temporada y la creatividad de Víctor Quintinillà. Todos los platos estaban a la altura de un restaurante de esta categoría, algo que se presupone pero que no siempre se cumple, por lo que si queréis disfrutar de una experiencia gastronómica sin miedo a equivocaros, os puedo recomendar el restaurante Lluerna sin temor a equivocarme.
Nuestro festín empezó con su ya clásica oliva gordal rellena de campari, un divertimento que dejaba con ganas de más. Seguimos con un plato en base a bacalao presentado en texturas diferentes, que te abría a un nuevo mundo de posibilidades gustativas. Acto seguido, su particular revisión del ajoblanco andaluz que aquí es verde, y se acompaña de un exquisito bonito crudo, mmmm!
Luego llegaron sus chipirones, plato que demuestra la importancia de un buen producto pues su sabor era esplendoroso. Porque esta es una de las claves del éxito del Lluerna, que se rinden al buen producto con recetas que no lo esconden. Aquí se huye de excesivas sofisticaciones para que disfrutemos de todo lo que tiene que ofrecer un buen producto (siempre bien ejecutado, eso sí).
Uno de los platos que más me gustó fue el original coulant de patata, trufa, huevo ecológico y jugo de asado, una exquisitez muy sabrosa de la que repetiría una y otra vez. ¡Cuánto sabor en tan pequeño bocado! Me encantó y todavía más que fuera en base a un ingrediente tan humilde como la patata que servía de base a la perfección. Tras él, ya llegaron los platos “principales” de carne y de pescado que son los que encontré de factura más clásica, pero de excelente sabor, como todo el menú.
Si el restaurante Lluerna mantiene su estrella Michelin durante tantos años es porque todo lo hace bien, también los postres. Cuando una ya no podía más, llegaron dos postres: un primero refrescante en base a mango y un segundo con coulant de avellanda. De ambos postres, destaco los helados, porque eran excepcionales. Un final redondo a una comida realmente memorable que me reconcilió con la guía Michelin y sus estrellas. Muy recomendable.
En DolceCity Barcelona: Lluerna
