Cuando me mudé al Eixample -hace casi un año ya!-, uno de los primeros sitios que descubrí fue el Tarambana. Un espacio muy agradable gracias a la bonita luz natural que entraba por el gran ventanal que da a la calle Comte Borrell y su interiorismo desenfadado, con grandes mesas de madera –algunas para compartir- que aportan calidez al ambiente. En estos meses que han pasado el local ha cambiado de nombre y ahora se apoda Malasang, otra palabra muy catalana a la que recurrieron al estar obligados a cambiar de nombre por otro local llamado igual del mismo sector. A pesar del cambio de nombre, la esencia del local permanece intacta pues sigue llenándose, sobre todo los mediodías de fin de semana, gracias a su carta de tapas de corte clásico, sus cañas bien tiradas y su ambiente amable y diverso, formado por grupos de amigos, familias, parejas y demás.
El pasado domingo con mi chico decidimos ir a comer allí. Teníamos ganas de probar su cocina pues ya sabíamos que dominan el arte de tirar la caña (con cerveza Estrella Galicia en su caso) y que su carta de bebidas es tan completa que ofrecen hasta cocktails. Llegamos y no había sitio, por lo que conviene reservar. Nos invitaron a sentarnos en una gran mesa al principio del local, compartiéndola con un grupo de amigos treinañeros. Y fue un acierto decir que sí porque se estaba ¡de lujo! Al estar cerca del gran ventanal frontal la luz era maravillosa, algo que disfruto particularmente. En cuanto a la carta presentan sus tapas y platillos en una pizarra y no esperéis encontraros grandes sorpresas. Tartar de salmón, calamares a la andaluza, patatas bravas, pulpo… son algunas de los platos que presentan. Como veis, los clásicos del recetario de tapas con alguna licencia más original aunque lo importante es que saben ejecutarlo bien.
Por ejemplo, pedimos los calamares y estaban correctos aunque gracias a la mayonesa que acompañaba el plato sumaba puntos. De hecho, en este bar Malasang dominan las salsas como comprobamos en algunas de las tapas que pedimos como el pulpo. Este plato me decepcionó un poco porque el pulpo en sí no era gran cosa pero la salsa estaba espectacular. En cambio, encontré muy sabrosas las minihamburguesas con queso de cabra, un pequeño bocado muy completo que os recomiendo desde aquí. La cocina me gustó pero creo que lo que más me cautivó de Malasang fue su atmósfera. Sorprendentemente no había ni rastro de guiris, pero lo mejor era lo heterogéneo del ambiente en cuanto a edad: desde grupos de amigos en la cuarentena hasta jóvenes que acaban de entrar en la Universidad, treintañeros con hijos y dos amigas que bien podían superar los 60. Ojalá hubiera más locales en Barcelona así. ¡Me encanta!
En DolceCity Barcelona: Malasang