Aunque mi compañera
Marta afirma desde
París que al dulce y típico macaron le ha salido últimamente una dura competencia con los
choux me cuesta creer que puedan llegar a desbancar a este manjar de los dioses que empezó conquistando a la aristocracia en el siglo XVI para llegar al público de masas en el nuevo milenio. El macaron es un pequeño bizcocho almendrado y redondo, crujiente por fuera –debe serlo- y tierno por dentro que, gracias al ingenio de un pastelero de París a inicios del siglo XX, adoptó la forma como lo conocemos ahora: unidos de 2 en 2 y con un relleno (ganache) en medio que puede adoptar los más singulares sabores.
Ladurée y Pierre Hermé son los nombres de referencia cuado uno está en París –yo me quedo con la primera- pero en Barcelona no hay discusión: Enric Rosich es donde acudir para gozar de la auténtica experiencia del macaron.
Sabía de su existencia hace tiempo pero el hecho de estar situado en el centro comercial
Las Arenas me ha impedido visitarlo antes. Pero el viernes pasado, decidida a mimarme un poco, me dirigí hacia allí y en el sótano, resplandeciente, me encontré con la tienda. Es un pequeño y elegante espacio consagrado (casi) en exclusiva a este dulce, lo que da buena cuenta del grado de especialización al que ha llegado este pastelero para conseguir el mejor resultado. La dependiente, muy amable, me explicó que
en la carta siempre tienen los 12 sabores clásicos –algunos tradicionales como el chocolate, vainilla, limón, frambuesa… pero otros más atrevidos como la rosa lichie y fresas o la fruta de la pasión-
así como otros estacionales que sorprenden al cliente habitual. Yo me decidí por una cajita de cinco sabores para hacerme una idea del trabajo de este maestro pastelero aunque ya en la tienda me dejaron probar uno, de limón, con el que
pude apreciar lo natural de los ingredientes y la ligereza del bizcocho. No obstante, al día siguiente –aguantan en la nevera unos 4-5 días aunque debes sacarlos un tiempo prudencial antes de comerlos para saborearlos en su plenitud- disfruté más la experiencia.
Me encantó notar que el bizcocho tenía ese punto crujiente que a muchos les falta y que es indispensable para poder considerarse un buen heredero de Ladurée. Pero además, los rellenos estaban exquisitos, especialmente el de coco –tengo debilidad-, el de caramelo –me sorprendió- y el de frambuesa. Eso porque solo probé cinco, pero ya tengo ganas de seguir descubriendo el resto de la excelente oferta de Enric Rosich. Sustento para el alma.
En DolceCity Barcelona: Macarons Enric Rosich