
Sin duda, uno de sus mayores atractivos es su privilegiada ubicación y vistas increíbles sobre todo el puerto de Barcelona llegando hasta Montjuïc y el casco viejo expandiéndose ante ti. Y es que el restaurante dispone de dos zonas diferenciadas, el comedor interior y otro semi-abierto que da a una enorme terraza sin ningún elemento desde la que disfrutar de esta bonita panorámica. Es un espacio agradable, aunque con una sonorización fatal pues el ruido puede llegar a ser molesto hasta que uno se acostumbra, y en el que las mesas están bien separadas y son muy amplias.

En cuanto a la comida, pues me sorprendió para bien. Un amigo había ido hace poco y no se demostró demasiado satisfecho pero los platos que yo probé sí llegaron a notable. Por ejemplo, las navajas a la donostiarra estaban muy sabrosas y las gambas frescas al ajillo tampoco estaban mal. De segundo, una paella, con el arroz en el punto justo, de buen sabor aunque un poco fuerte, pero que supuso una buena manera de dar la bienvenida al buen tiempo que espero nos acompañe durante los próximos días. Solo un inconveniente: A diferencia de otros, como La Gavina y el Barceloneta no te ofrecen párking, algo a considerar teniendo en cuenta que en la Barceloneta este domingo no cabía ni un alfiler, señal inequívoca de que la temporada de estío está a la vuelta de la esquina.
En DolceCity Barcelona: 1881