A mí lo de esta marca me tiene fascinada. Con semejante nombre, Mandarina Duck (todos sabemos lo que son las mandarinas y que
duck es pato en inglés) y semejantes precios, que no son precisamente para el pueblo llano, llevan años asentados en el mercado español de la peletería y los bolsos.

En el 77, dos amigos italianos empiezan este
lenguaje de originalidad y color inspirándose en un pato oriental de plumaje colorado, símbolo de felicidad y fidelidad (que no es lo mismo).
En un mercado clásico como el de la marroquinería, irrumpió Mandarina Duck con su
policromía, su material intencionadamente artificial, suave y ligero y con formas nuevas. Primero fueron las mochilas, más tarde los maletines, el trabajo con la piel, la línea de viaje y, finalmente, la sofisticación del bolso femenino.

Fiel a su filosofía de empresa,
Mandaria Duck nace del color, del interés por explorar las infinitas posibilidades de la peletería, pero siempre fiel a sus ideales y al consumidor. A mí, personalmente, me encanta su línea de viaje aunque, sin ánimo de ofender a ningún colectivo, tal y como llegan las maletas a la cinta del aeropuerto, es para pensárselo.
En DolceCity Barcelona: Mandarina Duck