Me encantan los objetos, los gadgets, los chismes, como queráis llamarlos. En definitiva, cosas que aparentemente no tienen ninguna funcionalidad en el mundo tan utilitario-técnico-tecnológico de hoy, pero a las que inevitablemente coges cariño, porque hacen tu existencia más divertida e ingenua. Y que conste que no es una devoción de esas raras mías, que tengo muchos amigos con la misma sintomatología.
Gos blau (Freneria, 8-10) es el edén de los trastos curiosos, una mina para encontrar regalos singulares por un módico precio, y asegurarte así no repetir obsequio con nadie. Escobas y recogedores pop, termómetros ambientales con la efigie del Papa Ratzinger, broches zoomorfos de hojalata del mismísimo Japón, postales yeyés, animales saltarines a cuerda... Y no sigo enumerando todo lo que me cautivó, porque me pueden dar las tantas.
La tienda es
impactante hasta en su decoración, con unos muebles tintados en fucsia que se cuelgan y descuelgan de unas paredes en un tono verde lima. Indescriptible, todo lo que diga se quedará corto, así que hay que ir y admirarlo.

Pero lo que más me enloquece es el
sentido del humor que impregna todo, desde la ornamentación hasta los productos.
¿Cómo no reírse a carcajadas con unos kits de imanes para hacerse la vasectomía, un lifting o para crecer siendo gay? O esas cajas de chicles que simulan un ataúd o las otras con mensaje feminista “Boys are stupid. Throw rocks at them!”. Me chifla. Tan insólita y fascinante como un gos blau.